miércoles, marzo 01, 2006

ME LLAMO LOLA


¡Ay que sofoco! Creí que perdía el autobús; he dado una carrera con las bolsas de la comida y el portafolios, de tal calibre, que tropecé, el zapato se me ha roto, pero he llegado a mi meta. El conductor me ha mirado de forma extraña y lo comprendo, pero ha de entender que a las nueve treinta de la noche encontrar una mujer sana y pulcra es harto difícil; despeinada, con manchas de café en la blusa, con el rimel corrido, ojerosa, con olor a sudor, más, después de haber corrido los cien metros lisos cuesta arriba, con la mano izquierda sujetando no sé cuantas bolsas y con la otra, un zapato roto y el bonobús, ah y el móvil… pues es original pero no raro.A esas horas no me miro al espejo, estoy convencida de que me deprimiría más, y he de llegar a casa con un mínimo sano juicio para hacer una de las labores más ingratas en la sociedad actual: ser madre de dos adolescentes… eso es como tocar el infierno, ver a Lucifer por duplicado y desear volver a correr, esta vez, los doscientos metros en busca del autobús, porque he de contar que desde que salgo de mi casa, estoy corriendo tras ese animal de cuatro ruedas; el hijo de perra creo que se mofa ante mis narices: yo corriendo como una poseída y ¡zas!, él pasa solemne, ceremonioso, deslizándose por la calzada como si fuera una pista de patinaje y yo… tirada como una colilla a esperar media hora para que pase el siguiente ¡Cómo si a mí me sobrara el tiempo! En esto, me estoy ya empezando a estresar -aunque mi estrés empieza mucho antes… ya lo contaré más adelante) cuando el móvil suena; me dan ganas de estampanárlo. Descuelgo, doy una mala contestación y cuelgo.En fin, ya llega otro cuatro ruedas, me subo, me peleo con una señora que se quiere colar y quitarme el asiento ¡Y una mierda señora, estaba yo mucho antes que usted! Reposo mis posaderas y suspiro ¡diez minutos de descanso! Ah pero no, me equivoco, el hijo puta del móvil vuelve a sonar; como estoy de mejor ánimo, contesto; es mi jefe que su afán es darme por el culo desde que me intuye hasta que me desintegro al final del día. Mi vida laboral es un puto fichero: que si fichero para esto, que subcarpeta de fichero para lo otro, que si ficherito para… vamos, que estoy pensando en hacer un esfuerzo ímprobo por mi parte, porque el Excel se me da mal y el Access ni os cuento, pero la ocasión lo merece, y haría un fichero para guardar a mi jefe y no volverlo a abrir y, otro, para depositar a mis dos adolescentes; éste lo abriría dentro de ocho o diez años, ¿creéis que es el tiempo suficiente?El caso es que me quito, no sé de dónde, un rato todos los días y aprendo a hacer ficheros para tener todo, todito muy ordenado. Pero es que ahora que me acuerdo, ese gilipollas que tengo por jefe me llama y me dice: “¿Te dio tiempo a terminar mi mega fichero, preciosa?” No le he colgado, pero he puesto el mute y, como una loca en medio del autobús, he chillado “¡Que te jodan a ti y a tus ficheritos!” Después, he respirado hondo y, como si se tratara de la mujer más equilibrada del mundo le he dicho: “No pude, el programa Taylor se espatarró y la gente no podía trabajar, así que me dediqué a darles formación” cuelgo y me siento cansada e infeliz. ¿En qué se resume mi vida? En correr detrás de un autobús todo el día en vez de ir tras de un cubano macizo; en que mi capacidad profesional se reduce en aprender a hacer ficheros. En desarrollar mi imaginación para poder sobrellevar a dos chicos de catorce y diecisiete años que no se aguantan ni a sí mismos… no me digáis que no es triste.Hablando de este tema, ¿vosotros tenéis hijos en esa edad tan maravillosa? Yo recuerdo que mi padre me daba una leche, y me dejaba como nueva. Vamos, a duras penas osaba a respirar sin hacer ruido en una semana, pero ahora, no, hijos no, estáis muy equivocados. La situación es otra: ellos no te piden permiso, lo has de pedir tú, como os lo cuento. Pongo un ejemplo: me encanta recibir noticias de los amigos que viven fuera, y nos carteamos vía e-mail. Entonces yo tengo que decir al monstruo de turno: “Fulanito, si eres amable -jamás lo son, os informo de la primera realidad cruda-, ¿me podrías dejar el ordenador? Y me contesta: “No tenía que hacer otra cosa. No me dejas meterme en Internet hasta que a ti te da la gana llegar a casa -ya os he contado que si no llego a casa antes es porque me estoy realizado con los ficheritos y por el placer que me produce que me den por el culo- así que ahora te jodes” -otro que tiene la sana intención de joderme, con lo feliz que sería siendo virgen, casta y pura-, así que me tengo que resignar a levantarme a las seis treinta de la mañana cuando los angelitos están aún dormidos para contestar a los e-mail de mis amigos, pero mi dicha dura poco porque a las siete aparece un tío más grande que un castillo abrazado a su mascota de peluche ¡Manda huevos lo que hay que ver a esas horas! Ellos son mayores y autodidactas, saben todo, pero de pronto la niñez llama a sus puertas y no se pueden resistir. Me pide que no sea egoísta y le atienda porque tiene un gran problema. Como os podéis imaginar, tiro el ordenador y pongo toda mi atención -la que soy capaz a las siete de la mañana-, me quito las legañas de los ojos y le miro profundamente -antes, me limpio los oídos para que nada distorsione el sonido- y espero expectante la confesión:”Mámi, estoy obsesionado, no me lo puedo quitar de la cabeza y sé que me vas a decir que no pero es que sueño con ello” “¿Qué te martiriza hijo?”- pregunto inocentemente- “Mira, Mámi, he visto unos calzoncillos de Kalvin Klein divinos, son muy caros, pero merecen la pena que te esfuerces en comprármelos. He pensado que dejes de comprar filetes durante dos semanas y, con lo que te ahorras, puedes comprarlos; podemos comer, mientras, macarrones”¡Qué generoso el niño! Seremos en vez de los García, la familia Macarrón.A duras penas me repongo del duro impacto que me ha producido la inquietud de mi primogénito cuando me ataca de nuevo -noto que sus confesiones despiertan a mi estrés muy de mañana- y me dice: “Mámi, ya sé que tú de elegancia y de vestir bien, no tienes ni idea, el buen gusto te lo negó Dios -esta afirmación me jode no por mi mal gusto, sino por meter a Dios en la pasarela Cibeles que de un momento a otro se va a convertir mi casa… si no… atentos, ya veréis-, pero es que Mámi, estoy indeciso, ¿qué me favorece más, el pantalón azul con la camisa pistacho o con la verde musgo? Espera, no seas impaciente -me está amenazando- me pongo ambas cosas y opinas”… entonces comienza un desfile de modelos con tal rapidez, que no asimilo el vestuario. Por el rabillo del ojo miro el reloj que se acercan sus manecillas a las ocho; la tarifa plana de Internet se acaba y… yo sin contestar los e-mail).El reloj marca la hora mágica y la joya de mi niño sale disparado o llegará tarde a clase. Los angelitos cantan El Aleluya de Hendel que me suena a música celestial ¡Al fin sola! Me digo cuando una voz ronca, aguardentosa y desafinada me dice a la oreja “Buenos días, Madre” doy un salto del susto y me vuelvo. Qué tonta soy por crearme falsas esperanza; se me había olvidado el melenudo, mi benjamín. Los pelos le caen lacios por la cara, parece el anticristo; este espécimen es muy rarito pero buen chico. Todas las mañanas desayunamos juntos y me cuenta sus cosas; yo encantada de que hable aunque os soy sincera: la mitad de las cosas no entiendo su significado, pero yo dejo que hable y pregunto para que sepa que todo él me interesa. Mis preguntas no le hacen gracia porque opina que soy un poco retrasada; normal que lo piense, si no entiendo lo que me dice, mis preguntas deben sonar a chino porque no sé ni lo que digo.Hay silencio; no me atrevo a moverme, temo que los hados malignos que me persiguen llamen de nuevo a mi puerta; necesito un poco de sosiego para hallar un mínimo equilibrio emocional y poder encarar el día.Se me había olvidado deciros, pero creo que ya os habréis dado cuenta, de que soy muy mal hablada; digo palabrotas constantemente ¡Joder, entendedme! Me sienta genial decirlas; siento como si mi impotencia se viera compensada al decir de una manera rotunda “Tía puta, cabrón”etc; a mi marido le pone de los nervios oírme hablar así. Dice que no es de personas educadas, ni es femenino, pero a mí a estas alturas, me importa un carajo ser educada y menos, ser femenina ¿Para qué me sirve ser mujer? ¿Para ser una puta pringada toda la vida? Estoy hasta el moño de todo y de todos, pero claro, luego pienso en este hombre con el que me casé hace tantos años que ya ni me acuerdo, y me da pena ¡Es tan bueno! Ejerce de hombre, ya sabéis, de los que explotan a las mujeres pero de manera sutil y delicada y, para colmo, se me ha quedado últimamente impotente, no del pene, que quede claro, emocionalmente. Al pobre le ha jodido una tía gorda en el trabajo y, en casa, la sección juvenil le ha metido una goleada mejor que la del Real Madrid. Lo de los monstruos compartidos, le he dicho que no se preocupe, que yo me encargo personalmente de ellos -¡Qué mal miento Dios!-, pero el asunto de la gorda, no sé por dónde atacar. Me ha enseñado su foto y, cuando la he visto, he pensado -no dicho- ¡Date por jodido! Las mujeres somos víctimas, pero la que sale torcida ¡Coño, coño, coño!“Ring, ring…” el cabrón de mi jefe me da por culo hasta en mi casa; esto no se puede consentir. Ahora mismo tiro los teléfonos por la ventana… mira que lo sabía; me decía a mi misma: “Muñeca hoy es un buen día, sonríe, seguro que viene alguien y lo jode”Por cierto, no os he dicho que me llamo Dolores, pero llamadme Lola; tiene más personalidad, carisma, como que suena a mujer segura y equilibrada, que sabe lo que ha de hacer en cada momento sin que se le mueva una pestaña de su sitio.
MªÁngeles Cantalapiedra

2 comentarios:

Xabo Martínez dijo...

amiga, recien me entro la curiosidad por saber como comenzo lola, asi que aqui estoy dejando este saludo.

abrazos

José Luis López Recio dijo...

Acabo de descubrir el nacimiento de uno de los personajes más complejos y graciosos que he tenido el gusto de leer.
Un abrazo guapa.