martes, mayo 23, 2006

LOLA ES ASÍ


LOLA ES ASÍ

¿Maduraré alguna vez? Sinceramente creo que no, además, ¿para qué demonios quiero estar así? Yo veo a mi Pepe, que nació ya duro como una piedra, y está todo el día en un ay, sufriendo por todo hasta de lo que no ha pasado aún. En cambio, Mari Pili y yo somos felices y ligeras sin tener que llevar todo el día la cabeza a cuestas aunque, últimamente, veo a mi amiga que no es ni su sombra… Puff, lo que ha perdido. La edad tiene eso: no perdona. Ella, a veces, no siempre, piensa hasta dos veces. Yo no, se me gasta el pensamiento y, luego, ¿qué hago?, ¿eh?
Si, yo también cumplo años, pero no me sirve de nada, sufro regresión progresiva y, anda, que no le da rabia: ella cada vez más vieja, yo cada vez más infantil… Por cierto, ¿terminaré en el útero de mi madre?

El otro día, sin ir más lejos, lo intenté y armé una de órdago a la grande: casi me dejo la cara con parálisis perpetua, hasta con la boca medio caída.
Os cuento…
Me habían regalado en la droguería unos sobres de una marca buenísima y, cuando llegué a casa, me senté a leerlos. El fallo fue que, con la menopausia, he perdido la memoria y la vista. Al perder la primera no sabía dónde había dejado las gafas de leer y, al no tenerlas, sencillamente no leía. En fin, el caso es que me fui al baño y, a lo “me cago en diez”, abrí los doce sobrecitos y me unté la cara y el cuello a base de bien, vamos, parecía la momia de Nefertiti en versión viviente. A los dos minutos comencé a notar un picorcito seguido de una sensación de acartonamiento facial. Tanto que fui a modular “Lo-la” y se me desvío la boca en dirección al suelo y así me quedé.

Me asusté mucho y decidí llamar a Monchita, que sabe de todo y mucho, para que me dijera qué me podía estar pasando. Después de hacer un esfuerzo ímprobo, porque ya sabéis que no podía gesticular, dije:
-Mon-chi-taaaaa…-del esfuerzo, se me caía la baba por un lateral.
-Lola, no puedo entretenerme; salgo zumbando a comprar papel higiénico. Tengo a Monchito en el baño.
-Ooompra u-na ooofeta, paaaa-gas cinco- el cinco me salió seguido con un gran chorro de babas- yyy teee daaan ciiiiii-eeeeeen-comencé a sudar del esfuerzo.
-¿Lola, tienes dolor de muelas? Vete al dentista. Te dejo, luego te llamo.
-Oooooooye…- me dejó con la palabra en la boca.

Desesperada, llamé a Mari Pili, a Pepita, a Pichu, a Aurorita… qué asco de amigas: ninguna estaba haciendo las labores propias de su sexo y no me cogieron el teléfono. ¿Qué salida me quedaba? Sí, llamar a mi Pepe.
-Peeee-pe…- esperé respuesta; nada.
-Peeee-pe…- tampoco… vamos que no reconocer mi voz ya tiene guasa.
-PE-PE…- en esta ocasión, salieron miles de babas a estrellarse contra los muebles.
-Dime Lola…- qué hijo de su madre… me había conocido y no me contestaba. De la rabia, le dije:
-Veeeee-te a laaaa…- ahí me atasqué y tuve que colgar.

Menos mal que llegó Peluche y, aunque nunca hay que fiarse mucho de los hijos, hay ocasiones que… no te queda más remedio.
-Mamá, ¿no sabes leer?
-Nooo puuuuuu…-otra vez que me colpasé.
-Es una mascarilla para el pelo, Mamá.
-Aaah… Gaaaciaaas… ¿meee lo quiiiitooooooo?
-Tú verás. Si prefieres esperar así a Papá, te encontrará bellísima…-y se fue riendo a carcajada limpia, ¿veis como no se puede uno fiar de los hijos?

Me lavé la cara, el agua que gasté; la masa no se iba ni frotando, ahora: qué suavidad en mi piel añeja y… qué cantidad de granos me salieron.


-Lola, soy Monchita. ¿Fuiste al dentista?... Por cierto, me han dado unos sobres en la droguería, pero no sé qué he hecho con las gafas y no sé lo qué pone…
-Quieta, no hagas nada, tíralos a la basura ahora mismo…
-Lola, qué rara te noto… el dolor de muelas te ha afectado a la cabeza…
-Va a ser que sí, Monchita… o la varicela que tengo en la cara.

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