viernes, septiembre 07, 2007

LOLA, PEPE Y HEIDI


-Pepe...
-¿Qué, Lola?
-Quiero hablar contigo de varios temas...
-¿Me he de tomar una pastilla para el dolor de cabeza?
-Lo que quiero es que quites esa barrera que hay entre nosotros.
-¿Qué barrera?
-El periódico, Pepe. Necesito hablar mirándote a los ojos para que te conciencies.
-Sí, voy a por una aspirina... Dime, ¿qué ha pasado? ¿Qué has hecho?
-Hombre de poca fe, ¿por qué he de hacer yo algo?
-Lola, porque siempre estás metida en algún perejil. Si el mundo no viene a ti, vas tú a por él para volverle loco. Mírate la cara, Lola, Has tenido que armar alguna, seguro.
-Deja mi cara en paz, Pepe, si no quieres que hablemos de la tuya. Te quería comentar que...
-¿Qué has hecho a mi hermana? ¿No habrás preparado un lío en su casa, Lola? Nos ha hecho el favor de prestárnosla, lo mínimo que te pido es que seas amable con ella.
-¿Eh?... Pepe, ¿con quién he de ser amable: con Heidi o con su casa? Creo que Peluche está enamorado.
-Mi hermana nos ha demostrado ser una gran persona; has de corresponder, Lola.
-Y tú, Pepe, ¿no la correspondes? ¿Sólo tengo yo esa obligación? Peluche no come, está triste, de malhumor...
-Mi hermana y yo somos dos puntos antagónicos unidos en el espacio por lazos indestructibles.
-¿Eh? Qué forma de definir el parentesco más, más... original. Debías de hablar con Peluche; me da pena que ande como los indios cabreados. El amor debe transformar en gilipollas a las personas, no en seres enfadados con todo y todos, ¿no?
-Mi hermana y yo somos tangentes paralelas que nos cruzamos en un punto indefinido.
-¡Ah!, qué interesante... El niño, claro, al estar triste, no come. Quizá es que la chica no le corresponde, ¿no te parece?
-Mi hermana es de las mujeres más inteligentes que conozco; tiene una cabeza perfectamente amueblada.
-Seguro que acudió al decorador Pascua Ortega para que le decorara su preciosa cabeza; es de los mejores en España... El otro día le insinúe que me contara lo que quisiera, pero me dijo que soy una cotilla, que lo cuento todo. Y sé que le pasa algo. Fíjate: se pone a hablar por teléfono a las 3 de la mañana.
-¿Con qué teléfono llama: con el suyo o el de Pepa?... Mi hermana fue una estudiante de primera; nunca dio problemas en casa. Sí, decididamente, mi hermana es buena amiga, hermana, esposa, madre...
-Pepe: Heidi está soltera y no tiene hijos...
-Ya ves, mi hermana sacó las oposiciones en tres meses; es un genio.
-¡Hasta luego, Pepe!
-Mi hermana, Lola, es...

-Heidi, soy Lola.
-¿Ya te vas de mi casa?
-No, todavía no. Te llamo porque te necesito.
-¿Qué te pasa?
-Es tu hermano... Se ha trastornado contigo.
-Lola, no me cuentes películas. Te lo advertí hace años. Es buena gente, pero está más zumbado que las maracas de Machín.
-Y, ¿qué hago, Heidi?
-Aguantarle, Lola. No haberte casado con él.
-Ya, es lo que hago... Qué lástima me doy.
-Lola, ¿quieres que nos vayamos a tomar unas cervecitas?
-Síiiiiiiiii... Así te cuento lo de Peluche, a ver qué opinas.

-Pepe, me voy.
-Espera, no te he terminado de contar lo que es mi hermana...
-Tranquilo, Pepe. Ahora me lo cuenta ella misma mismamente... ¡Adiós!

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