jueves, marzo 27, 2008

LOLA ABOGADA Y BOMBERA

Me confundí al elegir profesión; tenía que haber sido bombera y abogada, todo junto, defensora de las causas indefendibles. Sé que el poder de convicción que Lola posee no convence a nadie porque lo que no tiene pies ni cabeza, puede tener tronco ¿A qué sí? Yo he visto películas de terror que después de macabros asesinatos, ahí queda el muerto que sigue andando. ¿Cómo? Ni pajolera idea. Pues bien, así son los líos que defiendo de mis hijos ante el atribulado e impotente, aunque no de pene, de mi sufrido Pepe. Su mente era, antes de que estos indígenas llegaran a la adolescencia, privilegiada y equilibrada. Después, ¡pobre hombre!, va de ataque en ataque como el juego de la Oca y tiro porque me toca. En resumidas cuentas, no soy buena abogada para él, menos para mí, pero ¡ay para estos pimpollos que Dios nos ha dado!, soy sensacional, diría más, soy única en mi especie de madre timada por el timo de la estampita. Y es que ser padres en los tiempos que corren es un peligro seguro de morir calcinado en una hoguera de pasiones encontradas, al puro estilo de la inquisición. Estoy enfadadísima, que lo sepáis; lo que no me explico es que habiendo miles de sociedades protectoras de animales, no haya de padres, en concreto, de madres achicharradas como los churrascos argentinos. De verdad que no hace mucho tiempo yo quería ser una madre modélica, de esas que salen en el cine que nunca pierden los nervios, que jamás se alteran y terminan con una sonrisa y un beso en la mejilla de sus hijos; yo acabo lanzando escupitajos y maldiciones. Mirad que intento acercarme a ellos, eso sí, con un buen traje de neopreno, chaleco salvavidas y armas sofisticadísimas como la comprensión y diálogo, pero sus lenguas de víboras rabiosas, hablando en idiomas que ni dios conoce, desengañaros, son igualitos a la niña del exorcista, están poseídos, me dan unos revolcones que no me puedo ni levantar… Me lavan el cerebro, me convierten en un robot teledirigido, siempre hacia el mismo lugar: mi Pepe, claro, voy y comienzo la escenificación: la defensa del caracol como hombre mamífero. Mi Pepe, aunque ha perdido mucho, el que tuvo retuvo, me mira de arriba a bajo seiscientas veces para ver si soy aquella que una vez le encandiló y lo único que encuentra es un tronco con senos, trasero, corazón gigante y pulmones, pero pies, cabeza y estomago han sido extraídos por alienígenas que llevan nuestros apellidos.
De verdad chicos, necesito recobrar un mínimo de equilibrio emocional antes de que me dé el siroco definitivo o emplearme en artes marciales, yoga, luchadora de Sumo..., algo, lo que sea, hasta de volverme una intelectual como es el deseo soterrado de mi Pepe, que añora una mujer culta, informada, con opinión y lo mejor de todo es que no pierde la esperanza. ¡Ay qué ingenuo es este hombre!, si es que con solo mirarme, se aprecia que es tratar de educar a una lechuga en literatura contemporánea. Por ejemplo, el otro día me quería llevar al cine a una película de arte y ensayo, ¡a mí! que a lo que más que alcanzo a entender es a Heidi… Para que no se me viera demasiado mis inclinaciones culturales, le dije muy en mi papel de mujer puesta en asuntos mundanos “Pepe, es una magnífica idea pero mi estado psíquico emocional hoy no está estructurado y, menos, preparado para leer a oscuras delante de una pantalla. A lo más que puedo soportar es una película de amor y lujo que tenga una envergadura tal, que me haga olvidar mis miserias, este mundo de patata para comer, cenar y desayunar. El concierto de caras avinagradas de mis pimpollos, olvidar por una hora como se suma ya que sólo sé restar ¿Me entiendes Pepe?”…. Se quedó con tal cara que medió lástima y, en vez de dormir la siesta en casa, la dormí en el cine; al tercer renglón de lectura, bueno en los títulos, ya estaba en brazos de Morfeo.

Cuando salimos, él estaba contentísimo y yo descansadísima, lo cual fue idóneo para venderle la moto porque, veréis, Peluche quiere irse a London a correrse la juerga padre, pero no tiene pelotas para decírselo a su padre. Claro, ¿para qué las necesita teniendo a la gilipollas de su madre, verdad? Así que poniéndome primero la estola- ¿se dice así, no?- de abogada le dije muy serena “Pepe, creo que es conveniente que Peluche se vaya un par de días a London a ejercitar el inglés. El niño se muere por practicar el idioma de Carlos de Ingland”… Chicos, me miró de tal forma que rápidamente tuve que cambiar de traje por el de bombera y sacar la manguera, ¡me calcino el tío!, ¡a mí! que sólo miraba por la cultura de mi niño… ¿Cómo voy a ser culta, leches? Si me abraso nada más que lo intento... Ya os lo he dicho, lo mío es Heidi y su amigo Pedro.

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