jueves, junio 14, 2007

DIARIO DE LOLA

Qué cabronas son las avispas, leches. Son peor que una mosca cojonera, incluso peores que mi Pepe y mis hijos que me absorben hasta la imaginación. Debía haber una cárcel para estos bichos tan asquerosos. No tienen otra fijación que joderme nada más que piso el campo. ¿No hay más personas que yo? Sí, vengo muy deslenguada porque estoy rabiosa. Qué desgraciada soy. Todo el mundo tiene vacaciones y, ¿yo? Sí, mandé al tocapelotas de mi jefe a tomar viento fresco durante un mes pero, ¿qué hago con mi Pepe, mi santa madre, las avistas, y mis criaturitas que son dos aunque valen por doscientos? Hay que darles de comer, limpiar la casa, planchar y, para colmo, un trabajito extra: contemplar a mi Pepe que está en crisis, de vacaciones y se aburre… Muy tomate. Valgo mucho, es verdad, pero tanto ajo, pimiento y perejil, es mucho para un solo cuerpo.

Cómo os echaba de menos. He llevado una vida tan agitada que no he podido parar ni un minuto para hablar con vosotros. Menos mal que han llegado las vacaciones. Ahora tengo menos tiempo que en temporada normal, pero me tienen tan harta mis tres hombres que, antes de asesinarles, prefiero tomarme un vasito de cazalla y desahogarme con vosotros. No penséis que voy a hablar mal de ellos; eso jamás. Lo que pasa que lo que es, es, y hay que llamar a cada cosa por su nombre. Hay que decir la verdad objetiva y ésta es: son tres plastas; no hay más. Os cuento…

¡Qué vejez más triste se le aproxima a mi Pepe!, qué pena me doy. Le crecen manías como setas. Yo las fumigo como a las avispas, pero sin resultados. Es más: a los dos días le salen otras que parecen que son distintas, pero no, son las mismas en diferente situación. Por ejemplo: se levanta y va a por mí. Cualquiera diría que Lola le apasiona y no puede vivir sin ella... ¡Uy qué confundidos estáis!, lo que pasa es que necesita adrenalina para despertarse y quién mejor que yo para ponerle en el disparadero. En vez del efecto dulzura, le produzco un carácter bronquítico, vamos, lo que usualmente se conoce por un broncas (persona ansiosa de gresca, barullo). Trato de alejarme de él como de la peste, pero como le atraigo tanto, mi magnetismo es irresistible, termino inmersa en una discusión absurda y surrealista. Y no entiendo, con lo cerebral a la par que pacífica que soy y encomendada al santo Job desde que me despierto hasta que me desintegro, cómo puedo seguirle el rollo. Le advierto: “No hagas que me se origine la violencia, Pepe”, pero antes de que termine de hablar, le noto que se le ha erizado la calva y está en la fase de morderse el labio inferior. Entonces al grito de “Niños, bombardeo inminente, a los refugios”, tratamos de huir, pero el gilipollas de Peluche se queda como un solo hombre delante de su padre en actitud provocativa. La juventud es lo que tiene: sobredosis de ignorancia.
Si soy positiva, “los pollos” de mi Pepe convierten a mi hogar en una carrera de relevos muy divertida: comienza buscándome. Lo continúa Peluche, que pone al máximo a su padre y culmina con Anticristo que, como no discute, deja al infeliz patriarca hablando solo. Y digo yo: ¿No le habrá llegado ya la pitopausia? Es que no es normal, os lo aseguro. Además, le ha dado por obsesionarse con las botellas vacías. Cada vez que ve una sin líquido, le entra un sofocón… Me dan ganas de buscarle trabajo en la fábrica de gaseosas la Pitusa para que se pase el día rellenando botellitas.
Aunque, para rareza tomate es la que le ha dado por la estética. Ha entrado en la fase de las carnes prietas. Se ha convertido en un tonelito, redondito por los cuatro costados y, claro, la ropa no le vale. A las camisas las falta metro y medio de tela para que se acomoden a su nuevo cuerpo de macho man, pero como practica la estética subdesarrollada consistente en dedicar el menor tiempo y dinero posible a cuidar de su apariencia, pues se ha convertido en un retrosexual, mientras que Peluche sigue siendo un esclavo de su metrosexualidad y, cada vez que se topa con un espejo, además de decirse lo bueno que está, se peina, se lava, se todo... ¡Qué tío más pesado!, no me extraña que no ligue. Nada que ver, claro, está con la heteroflexibilidad de Anticristo que hace a los dos palos. Es un chaval versátil: igual no se lava en dos semanas, que se cambia de ropa siete veces en un día.
Mientras tanto, yo, vuestra Lola, en el banco de la paciencia con santo Job de compañero en tareas residuales.
Me dan unas ganas de mandarles a la…, de decirles que son unos capullos integrales…, de irme a donde no me puedan encontrar… La pena que son tan listos y mi aroma, como el del buen café, tan fuerte, que me encontrarían. Así que ahorro energías y espero que el cielo se apiade de mí…¡Qué frase más teatral me ha quedado!..., si es que valgo igual para un roto que para un descosido, aunque, ¿si les mando a un viajecito programado a Benidorm y me quedo sola conmigo misma mismamente?... Hay qué diarrea de satisfacción; me voy a besar porque yo lo valgo ¡Adiós!

No hay comentarios: